Francisco Panal Ramírez, Monseñor Panal.
Francisco Panal Ramírez nace el 20 de septiembre de 1893 en Ubrique (Cádiz) . Emigra a la República de Santo Domingo como misionero y capuchino en 1914, a la edad de 21 años.
En 1905 ingresa en los Seráficos de Antequera, con el nombre de Francisco de Ubrique, tomando los hábitos en el noviciado de Sevilla en 1908.
Durante sus muchos años en la isla de La Española conoció la pobreza del Caribe, el eco de los taínos en los ojos de los mestizos y la triste suerte de los negros arrancados del continente africano para morir deslomados en las fincas de bananos. Vio también cómo crecía Rafael, un capitán de buena familia que empeñó su juventud en lograr el poder y el resto de su vida en recordárselo a los demás. Fray Leopoldo debió de estremecerse con las matanzas que el dictador ordenó en la frontera con Haití, una orgía de sangre que dio sentido a su escenario, al río Masacre que separa a los dos países.
Fray Leopoldo lamentaba los modos de un dictador que veía en la República una finca y en sí mismo a un esclavista de siglos atrás. Y más debía estremecerse cuando Trujillo acudía puntual a comulgar sus sagradas hostias bañadas en la sangre de sus oponentes, en la de sus víctimas y en la de las vaginas de un patriarca en su otoño devorador de vírgenes.
Por eso, el fraile que salió de Ubrique décadas atrás se convirtió en el abanderado de la oposición, más por la piedad que se le supone a un fraile que por la convicción de sus jefes de Roma.
Fiel aliado de los poderes más reaccionarios, Trujillo gozó de la amistad de Franco, de los papas en la gran iglesia que es el Vaticano y de la curia local. Hasta que fray Leopoldo, convertido ya en el obispo de la Vega, se permitió hincarlo de rodillas en una misa. Aquí se me arrodillan todos, pidió el ubriqueño, y cuando digo todos, digo todos, así que querido Jefe, arrodíllese.
Trujillo, de rodillas, no podía creer que él, el hombre que todo lo domina, y cuando digo todo incluyo al mismo Dios, estaba hincado en el suelo como una de esas beatas que tan buenas nietas les proporcionaban. Y sobre todo para escuchar cómo ese españolete hijo de puta’, como le llamó a voces, le echaba en cara el respeto a los derechos humanos.
El 25 de enero de 1960, los cinco obispos de la República Dominicana, encabezados por Fray Leopoldo y el norteamericano obispo Reilly, leen una carta pastoral en la que denuncian la tiranía, los presos políticos, las torturas sistemáticas, los crímenes sin número. El Obispo Panal debía esperar que le pasara lo que le pasó. Trujillo duda entre enviarle un escuadrón de matones o expulsarlo del país por su propia seguridad. Encuentra la solución en una mascarada propia del chivo que describe Vargas Llosa.
En mitad de una misa irrumpieron varias mujeres medio desnudas pidiéndole explicaciones por los hijos que el religioso les había hecho, sus feligreses se movilizan contra las meretrices, los hombres del general les apalean.
Trujillo movilizó toda la maquinaria para extirpar a los molestos granos que le impedían conseguir el único título que faltaba entre sus chorreras: Benefactor de la Iglesia. La radio nacional explicó el cambio de nombre del gaditano: lo persigue la interpol.
Las lenguas de los ecos del general sembraron de dudas las esquinas: la casa parroquial es un lupanar de beatas lujuriosas. A partir de ahí, el infierno en vida. Una carga explosiva revienta la furgoneta del religioso, su casa sufre una lluvia de animales muertos, aguas negras, pintadas soeces.
El obispo Panal debía recordar con nostalgia la calle de la Palma de su Ubrique natal, donde pasó su infancia admirando la celda del beato Diego José de Cádiz, que tanto fervor le impulsó en sus primeros años. Rafael Leónidas Trujillo, tan ampuloso como su propio nombre, murió asesinado un año después de aquel manifiesto de los obispos.
Prosiguió su labor pastoral en la Diócesis de La Vega, hasta el 20 de diciembre de 1965, en que renunciara por razones de salud al gobierno de la Diócesis y en junio de 1965 se retira a la Iglesia de las Mercedes en Santo Domingo y fallece en el Hospital Salvador B. Gautier el 13 de agosto del 1970 y está sepultado en la Catedral de La Vega.
Bibliografía:
Francisco Panal Rodríguez, Ubrique, Cádiz, 20 septiembre 1893, Santo Domingo, República Dominicana, 1970